Presagiada Raíz

Por: América Femat Viveros

“(…)los amorosos son insaciables,

los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos”(…)

Los amorosos, Jaime Sabines

  

Amante raíz

¿Por qué habría de serlo ahora?

Nunca lo fui,

soy más bien

descontrolado bullicio,

eróticas sacudidas

e instantes tiernos,

fetichista

abierta flor a la orilla de tu carne,

de tu centro.

¡Déjate arder!

Rasparnos

hasta el sexo aromático y encendido,

arañarnos con raíces

surcarnos los caminos,

mancillarnos con besos

los amantísimos cuerpos,

gozarnos el fruto

sabernos tan hambrientos,

necesitados,

sedientos,

no sea que de pronto

-amantísimo cuerpo-,

un remordimiento estalle

volcada polvareda

hacia un desierto.


Foto: Fotograma/Leo Herrera
Foto: Fotograma/Leo Herrera

PRESAGIO

Hiedra, asedias pacífica, clara, tierna,

desde el centro de mi ombligo.

Tus raíces extiendes en mis caderas,

me  sumerges noctambula, precisa.

No te apartas y te respiro hondo.

Exhalo en la orilla de tu superficie

para ahogar un orgasmo.

Vuelvo a subir a tu cima para

sumergirme en vértigo.

Extenuada y llena de un rumor

caudaloso,

el agua se rompe, el cántaro se agrieta

superficialmente en este vaivén,

aguas iluminadas son un rostro

de espesos manantiales.

Tu torso, suntuoso camino

de brazas danzando

en el uniforme espacio recorrido.

Extiende una a una tu raíz,

deja que inunde, que derrame el cauce,

el badén de mi ombligo.

En el tambor del medio día,

un presagio sabe.

Las aves de tus ojos

lo han visto ya nacer

entonces

una luz de esperma

satura los sentidos.


Foto: Fotograma/Leo Herrera
Foto: Fotograma/Leo Herrera

AQUELLOS CUERPOS

Algo en la mañana de los cuerpos nos aferra insuperables.

Imagino, es el vaho oloroso y susceptible del éxtasis.

La devorada luz que destila el acantilado de mi sexo,

la revolcada ola parida entre las piernas de las rocas,

la derramada sed en la mar de los cuerpos,

el paladar gustoso que se relame,

el sedimento impregnado en las paredes del basalto.

Extrañamente algo insuperable nos aferra

dejando en la batalla una llama sublime,

intacta,

indivisible

lúcida;

algo nos aferra y prohíbe olvidarnos.

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