No puede ser de otra manera

Por:  América Alejandra Femat Viveros

No puede ser de otra manera,

en este incendio me coloco, soy, sed de elementos,

me sé escombros cuando ofrecí de mis labios,

de mi lengua, de mi sexo la curiosa ocasión del amor,

no sabía que así nacería otra sed, otra hambre;

almuerzo diario de un peligro, de un asilamiento de aves rapaces.

 

–Doblada espada fue la voluntad–dijo alguna vez, si la casa estuviera de pie…

 

Dijo alguna vez, –más allá del alimento diario­– dijo:

–no me llames bosque,

no soy el bosque, no en éste incendio donde secos lo provocamos–.

¿De  los incendios?, –nada–, así están las cosas.

 

Son espejos de oquedad,  círculos contiguos a unos pasos,

 

–sombra del  incendio–.

Y si es el viento en su lenguaje de árido alfabeto.

 

Quisiera sonorizar el mensaje del trueno, alcanzar su nota y su espada.

 

–Voz de hecatombe, mensaje de fuego–.

 

A veces ardo también en la nada, crepito en la duda y me divierto al consumirme.

(¿porqué el consumirse se le prende fuego a la imagen del eco?)

En este incendio me coloco, sed de elementos,

Me pronuncio, me sé luz que viste los escombros, polvareda enemiga de mi misma

no hay flor enemiga, ni imperfecta–.

 

Soy así, despoblada, niña callada, sin reproches, infancia que quiere paz. 

¡Vísteme de esa luz de incendio,

mírame azarosa incrustada de metales,

sonorizada del trueno!

 

Luz de mí, luz del trueno, de mí NADA,

soy la piedra que guarda su silencio,

–aquella infancia–, una foto perdida que quisiera ser hallada.

¿De los incendios?, –nada–, así están las cosas.

 

Foto de Portada: Flickr.com/Cristián Seguel

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