La pintura en Bacon

Por: Melchisedech Daniel Angulo Torres

El proceso del rostro no es estático sino que es dinámico.

La crueldad estará cada vez menos ligada a la representación de algo horrible y la crueldad solamente será la acción de fuerzas sobre el cuerpo o la sensación sobre el cuerpo, atravesando el cuerpo (la sensación es lo contrario a lo sensacional). Bacon ha pintado las intensidades del cuerpo, está cerca de aquella reflexión donde el rostro humano todavía no ha encontrado su cara.

Existen montones de personas, pero existen aún más rostros porque cada individuo tiene no- uno, sino que tenemos varios rostros. Los rostros cambian en función de las sensaciones, las afecciones, las emociones, las turbulencias que nos arrastran en determinado momento. Es ahí donde se dice que cada individuo tiene vatios rostros. Hay gente que lleva años con el mismo rostro.

El rostro evidentemente se gasta, ensucia, se arruga. Tal vez se guardan para que se los pongan los hijos. Pero, sobre todo, un rostro es un rostro y hay gente que cambia con una rapidez inquietante y se cambia los rostros poniéndose uno tras otro (porque al que se desgasta le salen agujeros) y poco a poco van dejando al descubierto lo que hay debajo que es el no- rostro.

Se trata del rostro desaparecido en la cultura, el rostro que en el cine y en el arte es un rostro arruinado. El rostro no tiene un carácter simbólico. El retrato tiene un diálogo íntimo con la temporalidad. La modernidad es, pues, inevitablemente una línea artística de carácter abstracto. Los rostros tal y como son, todavía no han encontrado la forma que denotan.

El rostro humano no encontró su cara, depende del pintor que le conceda uno. El pintor concede un rostro, un semblante a la cara. Se trata de la autoexpresión en contraposición a la mera semejanza fisonómica. Por tanto, el rostro humano es algo que sigue buscándose a sí mismo y se muestra por medio del retrato. Una suerte de muerte perpetua del semblante y del rostro.

El acto de retratar, como un acto de resistencia a la muerte, esa es la tarea de los retratistas. Descubrir el rostro verdadero de las personas, el rostro verdadero de las personas, el rostro verdadero en tanto que una forma que nunca se ha correspondido con su cuerpo y que querría ser algo distinto de un cuerpo. El rostro que lleva en sí mismo la máscara aún no ha encontrado su forma, una forma que debe arrebatar en el tiempo que le queda.

La diferencia con la máscara es el tiempo vital en el que se desarrolla el rostro auténtico.

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