Por: Leonardo Herrera Mejía
Cada 2 de noviembre los mexicanos esperamos la visita de nuestros seres queridos que partieron. Desde milenios atrás se realiza esta festividad que se sincretizó con la cultura de los españoles, siendo tal su arraigo, que sobrevive hasta nuestros días.
Existen localidades que se destacan por sus formas especiales de celebrarse, en Puebla encontramos diferentes tradiciones como las Ofrendas Monumentales en Huaquechula y las veladas en la mixteca. Sin embargo, cada municipio, cada familia y cada lugar no dejan de hacerlo en sus formas y posibilidades.
En la cultura Mexica se consideraba que los difuntos realizaban un viaje a un lugar llamado el Mictlán, lugar custodiado por el señor Mictlantecuhtli y la señora Mictecacihual, después de atravesar nueve vados, tanto nobles como maceguales llegaban al lugar del descanso.
En los hogares, instituciones y lugares públicos se colocan ofrendas para recordarlos, están contienen, primordialmente, flor de cempaxúchitl, pan, dulces, frutas y comidas y bebidas del gusto del ser querido fallecido.
Así, en todo México empezamos a celebrar su visita, pues es una gran fiesta que llena de gozo y jolgorio para los vivos que recuerdan con amor a sus ancestros, especialmente quienes partieron durante el año.











