Por: Claudia S. Cadena
Miedo. 1. m. Angustia por un riesgo o daño real o imaginario.
Diccionario de la lengua española
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
(…)
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso.
Raymond Carver
Miedo, zozobra, paranoia, tristeza, fragmentación del ser y de nuevo, el miedo. El pulso se acelera, el corazón se contrae: hay desasosiego; la locura invade la cabeza. “Órale, hijo de la chingada, si no quieres que te mate deposita a esta cuenta”, “Te estoy vigilando”, “Ya sé cómo se llaman tus hijos y dónde están”, “Si cooperas no te pasará nada, cabrón”. Cuando te amenazan por teléfono no puedes ver a tu interlocutor, no sabes si miente, si dice la verdad o si se atreverá a lastimarte, es alguien que no tiene rostro ni identidad, esa es su gran coraza. El miedo paraliza, entume y oscurece los sentidos, la lógica. No pensamos con claridad, estamos dispuestos a cualquier cosa, a creer, a rogar, a pagar. Así funciona la extorsión.
En México los índices delictivos han aumentado, eso no es una novedad; al vecino lo asaltaron, secuestraron al hermano de la amiga, al tío, le robaron el celular, el auto, eso escuchamos día tras día. Las formas son nuevas: violencia, amenazas, secuestro exprés y virtual, extorsión telefónica, espionaje en redes sociales. Ahora los delincuentes utilizan la tecnología, ya que gracias a FB, WhatsApp, Instagram y hasta Google Maps es posible localizar a cualquiera; saber quién es tu novio, tu esposa, tus familiares y hasta a quienes odias; la tecnología al servicio del hampa. La creatividad de los criminales da paso a nuevas formas de violentar, de quitarle la individualidad al otro, de minimizar, de atemorizar y sobre todo de destruir su seguridad.

A la madre de una amiga la intentaron extorsionar hace poco. La señora Mago, quien vive en una colonia muy pequeña de Cuernavaca, recibió una llamada en la que le pedían 10 mil pesos por “derecho de piso”; ella solo tenía 3 mil y quien llamaba le dio un número de cuenta para depositar en un OXXO. Recibió cuatro llamadas más a su celular; la amenazaron con rafaguear su casa, le dijeron que eran de La Familia. La transacción no se concretó, la cajera intuyó que se trataba de una extorsión y se negó a recibir el dinero; ese día continuaron las llamadas en las que le exigían que dejara la ciudad si no quería “sufrir las consecuencias”. Las llamadas cesaron, siempre hay nuevas víctimas a las cuales atemorizar mediante amenazas, violencia verbal: un círculo que no cesa.
Utilizan celulares robados, números que pueden cambiar, incluso intercambiar constantemente, algunas personas operan desde cárceles, otras desde sus mismas colonias en donde buscan posibles víctimas.
Elpidio Ávila fue asesinado en su negocio, una panadería de Jiutepec, Morelos, se negó a ser extorsionado y a pagar “derecho de piso”, pues debía trabajar para mantener a su familia y no a un par de matones, unos morrillos de 18 o 20 años; Elpidio tenía 46; le dieron un balazo en la sien, había recibido numerosas llamadas de extorsión. Los periódicos dijeron que había sido una venganza.
El miedo corroe las entrañas, construye muros, también divide, el miedo es el miedo. Huele a miedo, dicen algunos. En México se vive la constante de que “este día termine con una nota triste” (Raymond Carver).
Una amigo me comentaba hace poco: “Lo último que me van a quitar esos hijos de la chingada son mis ganas de salir a la calle, no pueden meterse con eso, si me quitan eso, si nos quitan eso, ¿qué nos quedará? Lo único que hacen es meternos miedo, de eso se valen esos hijos de puta”. Es muy fácil lucrar con el miedo de las personas y encontrar datos para saber cosas de tu familia, de tu vida; un delincuente encontrará fácilmente datos de las personas a las que pretende extorsionar, números de cuenta, direcciones, teléfonos, edades y nombres de familiares para hacerle saber a su víctima que está siendo vigilada, es una forma de “cerrar” el trato para lograr la extorsión. Dicha información no es difícil de obtener, se puede acceder a ella mediante llamadas a celulares, a casas, a bancos, revisando las redes sociales. Cierta vez, durante un asalto en una fiesta infantil, uno de los asaltantes le decía a un invitado que se quejaba del robo, “¿ustedes creen que es fácil, que es nada más llegar, robar y ya? Nos tomamos el tiempo, llevamos meses vigilándolos, checando sus horarios, sus rutas, no es nada fácil, es un trabajo”.
Lo que roban no es el dinero, es la seguridad, es difícil continuar con la cotidianeidad, te vuelves paranoico ante cualquier llamada, es simple robar la seguridad y la confianza, más que cualquier objetos. Si se conjuntan el miedo y el shock, entonces el extorsionador consigue una víctima idónea a la que no sólo le sacarán información, dinero, propiedades, le quitarán la seguridad, el alma, las ganas de vivir y, sobre todo, la certeza de una vida libre de miedo.
¿Qué podemos hacer? ¿Permitir que el crimen gane y dedicarnos a mantener delincuentes con tal de conservar la vida? ¿Agarrarlos a madrazos, formar policías comunitarias? ¿Irnos a vivir a otra parte? Durante meses pensé en una respuesta, desgraciadamente no la encontré, quizás sirva de algo quitarnos el miedo; el miedo reprime, te come la cabeza, es como el hambre, decía mi abuela, es canija, pero más quien se la aguanta. El llamado “derecho de piso” ha sido creado por una minoría para afectar a una mayoría, ¿quién tiene el poder: la delincuencia, el Gobierno o el pueblo?
Nota:
Los textos de Raymond Carver son tomados de:
Rodríguez Marcos, Javier (2013), “El Poema Perfecto” en El País, 24 de mayo, tomado de http://blogs.elpais.com/letra-pequena/2013/05/el-poema-perfecto.html, el 15 de agosto de 2016.